BREVE RESEÑA DEL DIARIO EL PAÍS: Taksin, primer ministro desde 2001 hasta su derrocamiento en 2006, es el personaje central de la grave crisis política en la que está sumido el país aunque vive a 5.000 kilómetros, en Dubái. Controla desde allí el Gobierno que lidera su hermana pequeña, Yingluck Shinawatra. Así describe Tida así la relación entre los camisas rojas y Taksin: "Esto es una organización popular, él es un buen amigo, somos socios". Y añade que "lo que él controla es el partido [Pheu Thai]". Esta formación es la última encarnación electoral de los seguidores del exprimer ministro, con el que Yingluck se presentó a la reelección como primera ministra el domingo. Preguntada si Taksin les financia, responde que sí, que el Pheu Thai está entre los que aportan fondos.
Los camisas rojas nacieron tras el golpe militar contra Taksin, en 2006. Son rojos porque es el color que animaron a vestir a quienes estuvieran en contra de la Constitución aprobada en 2007 bajo tutela de los militares, explica uno de sus dirigentes en la sede. El movimiento social original se ha convertido en una organización política con filiales y programas que, según recalca Tida, lucha "por la igualdad, la democracia y la justicia".
Los camisas rojas insisten que esta vez el pulso no es entre rojos y amarillos (el color de la monarquía y el resto de la élite tradicional). "Luchamos por la democracia, no por Taksin ni por el Pheu Thai. Que quede claro que aquí unos apoyan la democracia y otros quieren destruirla", subraya la líder. Se refiere Tida, enfundada en una chaqueta de seda roja, a los manifestantes que a golpe de acampada y protesta demandan desde hace tres meses en las calles de la capital que el Gobierno electo (ahora interino) sea sustituido por un comité de sabios que erradique la corrupción que carcome el sistema, empezando por Taksin y toda su familia.
El exprimer ministro huyó del país —a Camboya, luego a Reino Unido para acabar en Emiratos Árabes— para eludir una condena de dos años por corrupción, que según Tida "está basada en falsedades". Junto a la corrupción, su creciente autoritarismo y su desprecio por los derechos humanos en una campaña contra la droga que causó 2.500 muertos le restaron el apoyo inicial de las clases medias progresistas.
Los camisas rojas, oficialmente denominados Frente Unido por la Democracia y contra la Dictadura, casi no se han movilizado desde que comenzaron las protestas de sus adversarios políticos hace tres meses salvo para celebrar un gran acto de masas el pasado noviembre, cuando llenaron el estadio Rajamangala de la capital. La líder del grupo explica esa táctica: "Tenemos que ser muy prudentes, mantener la calma para evitar que tengan excusas para dar un golpe [de Estado], hay que evitar la confrontación entre colores". La cuestión es qué ocurrirá si finalmente se produce lo que en Tailandia denominan "un golpe legal", la anulación de la votación o la disolución judicial del partido.
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